miércoles, 16 de septiembre de 2009

Ejercicios de minificción, por Fernando Montesdeoca


(extraído de El Cuento en Red)

El dinosaurio agotado
Cuando el dinosaurio despertó, después de que Lauro Zavala hizo el recuento de sus numerosas reediciones, de su aparición en antologías y en traducciones; después de que se generaron, no lo sé, tal vez cientos de páginas de estudios que rebasan con creces sus siete palabras originales; después de haber dado pie a diversas formas de recreación, continuación, poetización y demás; de ser citado, glosado y parodiado, entonces sí, con esta conciencia de su nueva situación existencial, el dinosaurio se sintió agotado al fin, y ya no estuvo más allí, donde alguien despertaba.

Sentido de suficiencia
No fue desdén, simplemente ya había sido dicho demasiado.

Sobredosis
Sucedió que se usó tantas veces la palabra o la idea o la imagen dinosaurio, que hubo una sobrepoblación repentina, especialmente cada que alguien lo soñaba, porque cuando despertaban, siempre, había ya un dinosaurio más.

El dinosaurio es un perro infernal

Inmediatamente después de que el dinosaurio estuvo allí, se salió a las calles: no se sorprendió, no pensó nada, hizo nada más lo que sabía hacer: arremetió a dentelladas contra todo lo que se movía. Harto de devorar seres humanos a pedazos y de estropearse la dentadura con la lámina de los camiones urbanos y los remolques de los trailers, decidió extinguirse (bueno, re-extinguirse), agotado ya de tanto exceso.

Clonación
Se repitió tantas veces en tan poco tiempo la palabra dinosaurio y en tantos lugares, que por fin se agotó, y no se conseguía por ninguna parte. Hubo que mandar imprimir nuevos diccionarios,e incluso listas.
Aún así, siguió agotado (de hecho se agotó aún más). Una consecuencia más de todo esto fue que ya no sólo se agotó, en el sentido de la cantidad, sino también en el de cansancio, de desgaste, y empezó a ya no entusiasmar a nadie, a ya no decirle nada a nadie, hasta quedar doble, y definitivamente, agotado.

Nostalgia
Agotado, el dinosaurio pidió a los viejos dioses del Olimpo: “Ni Scila ni Caribdis, por favor, sólo plácidos restos fósiles dispersos en el desierto de Nuevo México o en La Patagonia”.

Para quienes se quedaron con ganas de leer, el texto completo está en http://cuentoenred.xoc.uam.mx

Para quienes se quedaron con ganas de escribir, ¿qué tal otros ejercicios como estos, pero de la propia pluma?

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